Desde
nuestro nacimiento, realizamos un proceso fundamental en nuestra vida, como es
respirar. Voluntaria o involuntariamente, inspiramos y espiramos por la
necesidad de incorporar a nuestro organismo el vital oxígeno. Capturamos el
aire que permite la respiración celular y el desarrollo y funcionamiento de
todo nuestro organismo. Incluso, cuando estamos durmiendo, el sistema
respiratorio trabaja sin descanso.
Aunque
la cantidad de veces que respiramos en un
día es variable y depende de diversos factores, en una situación de
reposo podemos respirar cerca de 20 de veces
por minuto, lo que significaría que al cabo de una hora podríamos llegar a
1.200 veces, en un día casi 30.000, en una semana más de 200.000 y al mes más
de 800.000.
La
práctica de la respiración constituye la base primordial de todo ejercicio
físico y espiritual. La vida depende totalmente del acto de respirar, no
solamente el ser humano y las especies animales o vegetales basan su vida y
salud en la respiración, también lo hacen indispensablemente todas las formas
vivas, como las células, microorganismos u otros sistemas. Nuestra respiración
es la función vital más importante pues podemos vivir algún tiempo sin
alimento, un poco menos sin agua, pero sólo breves instantes sin respirar.
Teniendo
en cuenta que inspiramos y espiramos
alrededor de 5 a 6 litros de aire por minuto, en un día
estaríamos respirando entre 7.200 y 8.600 litros, 49.000 a la semana y al
mes cerca de 200.000 litros.
Considerando una actividad física permanente aumentaría en mucho mayor
proporción.
Según
algunos caminos de autoconocimiento, disciplinas orientales, la ciencia e
incluso las religiones, consideran a la respiración como una fuente de vida y
energía que permite conectarse con niveles superiores de conciencia
contribuyendo a un mejor estado de salud, bienestar emocional o ascensión espiritual.
Las
vías respiratorias son el camino perfecto para conducir el aire inspirado hacia
los pulmones. Quizás, como es algo tan natural y que lo hacemos desde el día
que nacimos hasta que nos morimos, muy pocas veces nos ponemos a pensar en la
respiración. Si bien la respiración o
ventilación pulmonar, es un proceso automático y constante, cada vez que
respiramos se ponen en acción una serie de estructuras especializadas que
facilitan el viaje del aire.
Al
momento de inspirar, el aire ingresa por nuestra nariz (también lo puede hacer
por la boca), donde se calienta, humedece y limpia. Luego, pasa por la faringe,
donde encuentra con las amígdalas, una suerte de filtro, que intercepta y
destruye los organismos patógenos. Una vez superada esta barrera inmunológica,
el aire sigue su recorrido por la laringe y luego por la tráquea. Esta última
estructura es un verdadero tubo elástico que, al final de su recorrido, se
divide en los dos bronquios que ingresan a los pulmones.
Cada
bronquio se ramifica al igual que un árbol, terminando en unos sacos elásticos.
En estas pequeñas estructuras, se encuentran los alvéolos pulmonares, encargadas de realizar el intercambio
gaseoso.Su
membrana posee una gran superficie y, además, están rodeados por una enorme
cantidad de capilares que, a través del proceso de difusión, capturan el
oxígeno y eliminan el dióxido de carbono. El oxígeno se dirige hacia los
capilares para ser transportado en una molécula alojada en los glóbulos rojos: la
hemoglobina. Esta es la que se encarga de capturar las moléculas de oxígeno y
llevarlas a cada célula que lo requiera. Desde los capilares, los alvéolos
pulmonares, además, reciben al principal desecho de la respiración celular, el
dióxido de carbono.
Cuando
el aire ingresa a cada alvéolo pulmonar contiene, aproximadamente, un 20,8% de
oxígeno, un 0,04% de dióxido de carbono, un 78,6% de nitrógeno y un 0,56% de
vapor de agua. El aire exhalado contiene el mismo porcentaje de nitrógeno
(78,6%), pero aumentan los niveles de dióxido de carbono (4%) y vapor de agua
(1,8%) y la cantidad de oxígeno expulsado es menor (15,6%).
El
proceso es continuo casi automático, con diferentes etapas, pero tan rápido que
muchas veces ni alcanzamos a percatarnos de él. Una verdadera ruta del aire. El
transporte de oxígeno hacia todos los órganos y tejidos de nuestro cuerpo
implica el trabajo no sólo del sistema respiratorio, sino también de muchos
sistemas y órganos que participan del
proceso de la vida. Un regalo inmenso que podemos disfrutar a cada momento.
Disfruta
respirar, tu organismo te lo agradecerá. Puedes buscar más información y
métodos para desarrollar mejor este mágico poder. Educar la respiración permite
ir creando hábitos. El primer paso es observar cómo respiramos, y sobre todo
cómo nos sentimos al respirar de cierta manera. La relación entre
emociones y respiración es más que evidente. Un cambio emocional implica
un cambio respiratorio. Por otra parte la relación entre pensamientos y
emociones es también evidente. Así, un cambio de actitud mental implica
un cambio a nivel emocional y viceversa, lo cual necesariamente modifica la
respiración. En la práctica del Yoga tiene un efecto sobre la mente y sobre el
bienestar general. Por medio de ella, se puede aquietar la mente, serenar los
estados emocionales, desarrollar la concentración, regular la ansiedad e
influir sobre otros estados para alcanzar la paz.
Vea
aquí algunas notas del asombroso cuerpo humano…