EL MARAVILLOSO PODER DEL SONIDO

La resonancia es un estado de vibración amplificada que se produce cuando un medio es golpeado por un estímulo sonoro externo de frecuencia similar o igual a la frecuencia vibratoria de dicho medio. Es decir que la interacción de dos frecuencias idénticas intensifica el sonido. Como la resonancia aumenta la intensidad (amplitud) de las ondas sonoras, es sin duda un poderosísima fuerza que no debemos de pasar por alto. Vea en el siguiente video un experimento genial sobre el poder del sonido.

Los seguidores Taoístas descubrieron con la meditación que mediante los sonidos el ser humano podía tener un manejo de su energía emocional y alimentar así su estado de equilibrio. De hecho, vinculando cada sonido (seis en total), con un sentido y un órgano vital -pulmones, riñones, hígado, corazón, bazo y triple calentador- los taoístas encontraron la forma de hacer circular la energía vital por todo el cuerpo.
Desde el punto de vista científico occidental, se encuentra la Cimática que consiste en el estudio del fenómeno de las ondas sonoras, y demuestra de forma visual el modo en que el sonido configura la materia. Sus experimentos demuestran que, si se colocan polvos finos, arena y virutas de acero sobre una lámina de metal y se les aplica una vibración de ondas acústicas, dichas partículas se organizaban formando patrones intrincados o hermosas figuras armónicas parecidas a copos de nieve, mandalas, pétalos, círculos y otros motivos, conocidos como figuras Chalynadi.



Cada molécula, célula, tejido, órgano, glándula, hueso y fluido de nuestros cuerpos tiene su propio índice (coeficiente) de vibración. Lo mismo ocurre con cada chakra y cada estrato de campo electromagnético, o aura. Estos puntos y campos de energía son de igual importancia para el cuerpo físico, aunque menos densos. En cierto sentido reflejan el estado del cuerpo físico aunque, lo que es más importante, el cuerpo físico refleja el estado del aura. La ciencia de la cimática prueba que cualquier sonido cercano al organismo humano originará un cambio físico en el interior del organismo y sus campos electromagnéticos. Este cambio puede que solamente sea temporal, pero mientras perdura es posible que provoque ciertos factores muy poderosos y mágicos.

Si comparamos la distancia de los electrones al núcleo de cualquier átomo, descubriremos que resulta proporcional a la de la Tierra al Sol (de aproximadamente 220 millones de Km). Lo que nuestros sentidos humanos perciben como materia, no es otra cosa que un conjunto de campos electromagnéticos resonantes, estrechamente vinculados e interpenetrados: en resumen una manifestación densa de SONIDO (con mucho espacio intercalado). Toda la materia es sonido y emite sonido, aunque dichos sonidos se encuentren, en su mayoría, fuera de nuestro limitado sentido físico de la audición. 

Nuestros cuerpo físicos, por consiguiente, son también campos electromagnéticos resonantes, como también lo son nuestras auras, ambos generados por los átomos que nos configuran. Los tonos fundamentales o bajos de la voz actúan principalmente sobre el cuerpo físico, mientras que los armónicos, que podríamos denominar el arco iris de la voz, actúan sobre los cuerpos sutiles. Estos sobretonos, como si de rayos láser se tratara, disuelven y dispersan las cristalizaciones de energía potencialmente dañinas del aura, evitando así que alcancen el cuerpo físico.
Uno de los recursos de sanación por medio del sonido conocidos es la antigua técnica del canto de armónicos. Sus orígenes se sitúan en Asia central, donde ha sido practicado desde hace siglos por chamanes Turkic de Mongolia y Tuva, en Sudáfrica lo practican las mujeres Xhosa y en el Tíbet, donde sólo lo emplean los lamas. También se ha convertido en una bella forma de expresión musical. Conocido como hoomï o khoomeï en Asia, nqokolo por los Xhosa o canto de armónicos en occidente, se trata de una técnica mediante la cual una sola persona canta dos, tres y hasta cuatro sonidos simultáneos. Por medio de la intención encauzada y empleando el máximo de resonadores posible dentro del cuerpo y el cráneo, es posible amplificar los armónicos (los tonos parciales que componen la voz) o sobretonos del tono fundamental que se está cantando. Esos armónicos se perciben como tonos por encima del bordón bajo (nota fundamental de la voz) en forma de tonos nítidos similares al sonido de una flauta o al tintineo de las campanas.
El “canto de la voz grave” de los monjes del Tíbet y los mongoles, crea un bordón fundamental secundario, ya sea en la faringe o en las falsas cuerdas vocales, que permite la amplificación de un segundo armónico, configurando un total de cuatro sonidos simultáneos. No se trata simplemente de una forma de acrobacia vocal. Al emitirlos se configura una onda muy poderosa que actúa en diversos niveles. Mediante el empleo regular del sonido combinado con la intención, podemos empezar a vibrar de manera más rápida, a un nivel celular o molecular. Esto recibe el nombre de “subir la frecuencia”. Un índice de vibración más elevado crea mayores espacios entre las células, lo que las hace menos densas, evitando que las energías negativas o ajenas se nos adhieran fácilmente.
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